martes, abril 16, 2024

Peña barre el piso con Piñera con dura crítica y lo trata de promiscuo por la relación política y dinero

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El pasado 1 de marzo el ex Presidente Sebastián Piñera publicó en su Facebook una declaración que tituló «Yo Acuso» (copiando a Zola) en la que apuntó al PC y abordó los casos Exlamar y Dominga (Ver nota: Vía facebook Piñera sale al paso…), este domingo el abogado y columnista Carlos Peña, hace un análisis de lo escrito por Piñera y simplemente lo hace añicos.

El siguiente es el análisis de Peña:

«El ex Presidente Piñera emuló a Émile Zola. Bajo el título de Yo acuso, publicó un mensaje en Facebook en el que se defiende de las acusaciones de conflicto de intereses y negociación incompatible en los que habría incurrido en los casos de Exalmar y Minera Dominga.

En síntesis, el ex Presidente arguye que en los dos casos que se le imputan (y que han dado lugar a una querella que patrocina el diputado Hugo Gutiérrez) no hay delito alguno. Carentes de fundamento legal, arguye el ex Presidente, la querella y las acusaciones y sospechas que la rodean no son sino parte de una campaña sucia, una maquinación destinada, mediante el astuto empleo del Ministerio Público y el Poder Judicial, a ensuciar su imagen y poner innobles zancadillas a su campaña.

¿Es correcta esa defensa del ex Presidente?

No.

Porque el problema que él padece, y del que los casos Exalmar y Minera Dominga no son sino un ejemplo, es la promiscuidad que él encarna, y que se muestra renuente a sacudir de sí, entre el dinero y la política.

A diferencia de lo que ocurre en el caso Penta o SQM, donde quien tiene el dinero está en un lugar y quien lo recibe en otro, en Piñera ambas condiciones se reúnen en el mismo sujeto: una misma voluntad decide, o está en condiciones de decidir, el destino de sus negocios, y esa misma voluntad decide, o está en condiciones de decidir, los asuntos que atingen al interés común. Se configuran así, con la perfección de un ejemplo de manual, las condiciones que hacen a un conflicto de intereses: un mismo sujeto en condiciones de favorecer sus propios intereses sacrificando el interés común o de privilegiar el interés común sacrificando sus intereses. No es una específica conducta la que merece el reproche, entonces, sino la condición doble que él, como sujeto, encarna.

Es verdad que, como enseñan Maquiavelo y Weber, es propio del político verse expuesto a un conflicto insalvable de intereses (el de escoger entre salvar la patria o su alma), pero el caso de Piñera es más pedestre y carece de esa dignidad maquiaveliana, puesto que se reduce simplemente a que, una vez alcanzado el poder, él puede verse objetivamente expuesto a escoger entre su propio interés o el interés público.

Y ese problema -lo que pudiera llamarse el conflicto de intereses que él como sujeto encarna- no ha recibido la más mínima consideración racional en ese Yo acuso que divulgó.

En el Yo acuso original, a diferencia de lo que ocurre en el Yo acuso del ex Presidente, Zola no se defendía a sí mismo, sino que defendía a un tercero -Dreyfus-, quien había sido injustamente condenado. Emplear ese famoso título (alguna vez también lo empleó Neruda en el Senado) indica, sin embargo, la disociación a la que se ve obligado el ex Presidente por la condición promiscua que su propia subjetividad posee: una de las dimensiones de su personalidad, la de político, defendiendo a la otra, la del empresario.

Pero el sujeto que enuncia ese Yo acuso, viéndose a sí mismo a la vez como Zola y como Dreyfus, dos sujetos en uno, es la mejor prueba, el reconocimiento más elocuente de la condición que exhibe Piñera, y que es la causa de casi todos sus tropiezos, anhelar ser y, sobre todo, desear porfiadamente seguir siendo, político y a la vez empresario.

El problema del ex Presidente es un rasgo constitutivo de su personalidad que ese Yo acuso pone de manifiesto: el anhelo de ser varias personas a la vez, dos sujetos en uno a discreción de una sola voluntad que decide quién actúa, en qué momento y en qué dirección.

¿Tiene solución este problema?

Desde luego que no hay ninguna solución definitiva a ese problema si, como parece, no es una circunstancia azarosa, sino una condición permanente la que lo desata. Pero si él se decide a celebrar desde ya, sin morigeración ni ambigüedad alguna, un fideicomiso ciego que ponga su fortuna en manos de alguna entidad internacional, lejos de sí mismo y de quienes él domina, al menos ayudaría a pensar que una de las personalidades que conviven dentro de él se inhibirá en el futuro.

Eso no apagará en él la fantasía de ser otro y él mismo -la fantasía que este Yo acuso acaba de revelar-, pero ayudará al menos a creer que por un tiempo, el que dure la campaña o la presidencia, una sola subjetividad, la del político, habita en Sebastián Piñera», remata, como final de ópera, Carlos Peña.

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