martes, abril 23, 2024

Año 2003, el diario “El Llanquihue”, denuncia en su edición del 1º de marzo: “Explosivo aumento de botillerías”. De acuerdo a la información proporcionada por el medio, basada a su vez en la información entregada por el Departamento de Rentas de la Municipalidad de Puerto Montt, durante el año 2000, en dicha ciudad, de las 6.093 patentes municipales que se entregaron, 873 eran de alcoholes, vale decir un 14% de todas las patentes eran para instalar botillerías.

En 2001 de 6.898 patentes, 934 fueron para alcoholes; en 2002 existieron 7.658 patentes, de ellas 1.011 para botillerías y en 2003, según la nota, de un total de 7.433 patentes otorgadas en el primer trimestre, por la municipalidad de Puerto Montt, 984 son para instalar ventas de alcohol.

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La cantidad de Botillerías, según el medio, ha disminuido si se tiene en cuenta el total de patentes “sin embargo aún es alto considerando que son más de mil locales donde se expende alcoholes para una comuna de 175.000 habitantes”.

Declaraciones recogidas por la publicación señalaban que este tipo de locales tenía preocupados a los habitantes de las poblaciones por que las botillerías funcionan hasta tarde, hay clandestinaje y los jóvenes beben en las calles.

El presidente de la Junta de Vecinos Padre Hurtado de Puerto Montt manifestó que en su sector se vende mucho alcohol a los jóvenes. “Está bien que exista supermercados y botillerías pero no exceso. En mi población a unos 20 metros de un jardín infantil hay como dos o tres botillerías”, sostuvo el dirigente vecinal.

En Puerto Montt hay patentes limitadas, es decir existe un número determinado de patentes y no se puede acceder a más, como es el caso de los bares. Pero estas son las únicas patentes controladas, ya que las patentes para botillerías no tienen un límite de solicitudes, sólo existen restricciones para los horarios y las admisiones en el plan regulador de la ciudad.

Es decir, no existe ninguna forma de controlar la entrega de patentes municipales a estos locales. “No podemos controlar esto porque si alguien solicita permisos para estos locales y cumplen con las normativas legales, el consejo está inhabilitado de no entregarlas”, afirmó el alcalde Rabindranath Quinteros en ese momento.

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El presidente de la junta vecinal Padre Hurtado afirmó que no dan autorización cuando la municipalidad la solicita-para instalar una botillería-porque cree que todos los sucesos delincuenciales son producto del alcohol.

“Nosotros hablaremos con el alcalde para que se fiscalice las botillerías. Somos 800 casas y tenemos como 30 botillerías. Hemos tenido serios problemas con la venta de alcohol en la noche”.

De la población Villa Esperanza en la misma ciudad, su presidente José Muñoz, declaró que en su sector hay un alto riesgo social y se trata de luchar para acercar a los jóvenes y niños a las organizaciones pero el trabajo se vienen abajo con las botillerías que ayudan a opacar las oportunidades.

Este es el drama que se vive en muchas ciudades de Chile y en concreto en los barrios más pobres donde la falta de empleo, el ambiente de marginalidad- y de abierto ‘lumpen’ en muchos casos- y el nulo acceso a oportunidades de educación profesional y equipamientos culturales.

Por culpa, entre otros factores, de una educación con precios realmente prohibitivos y el abandono al que ha sometido el Estado a estas poblaciones. Todo esto tiene su corolario inquietante en la cantidad de botillerías desmedidas que hay por habitante, sobre todo en estas comunas humildes donde se extiende la violencia.

¿Por que hay tantas botillerías por habitante en las poblaciones?

En abril de 2013 el Intendente de la Región Metropolitana de ese momento, Juan Antonio Peribonio, se reunió con un grupo de alcaldes a los que llamó a analizar la forma de limitar el exceso de botillerías en los barrios, declarando que “llegó el momento de tomar cartas en el asunto porque son los mismos vecinos los que ven un exceso como un foco de conflicto. No es posible que en algunos barrios existan más botillerías que farmacias”.

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Según los antecedentes, hay al menos 4.288 patentes en la Región Metropolitana, lo que implica que en algunas comunas se supera la norma que permite entregar una patente a una botillería cada 600 habitantes.

Dos son las comunas que lideran el ranking de comunas con más botillerías por habitante: Alhué-su nombre en mapudungún significa Tierra de Espíritus- y Quinta Normal. Los dos municipios de la RM incumplen el límite de un recinto de venta de alcohol por cada 600 personas.

De acuerdo con datos entregados por el municipio de Alhué, arrojó que Alhué registra la mayor relación por habitante de botillerías de toda la región: una por cada 366 personas. Detrás de Alhué se encuentran Quinta Normal-una botillería cada 491 personas-, Estación Central-539- y la Cisterna-590-, como las comunas con más de estos locales por habitante.

Más atrás aparecen Independencia-626-, Cerro Navia-646-y Pedro Aguirre Cerda-658-.

Está claro que disminuir la cantidad de botillerías no es la única solución, pues existe una mentalidad cultural que incentiva no ya el normal consumo de bebidas alcohólicas, sino que hay una naturalización cultural, una aceptación social, en torno al exceso en el consumo de tales bebidas.

Hecho que ha llevado a Chile a ser el país de América Latina con mayor consumo de alcohol per cápita-consumo anual per cápita de 9,3 litros de alcohol puro-, según la organización Mundial de la Salud (OMS).

Esto, en el marco de que América Latina es la segunda región en todo el mundo con mayor consumo per cápita de alcohol según la OMS, con 8,4 litros de alcohol puro per cápita por año.

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Al dividir por sexo el consumo en Chile, el informe de la Organización Mundial de la Salud revela que los hombres consumen 13,9 litros anualmente y las mujeres, 5,5 litros.

En el mundo se consumen anualmente 6,2 litros de alcohol puro per cápita, especificó Shakhar Saxena, director del departamento de salud mental y abuso de substancias de la OMS.

La OMS habla de alcohol ‘puro’ para poder comparar entre países por que, por ejemplo, en algunas naciones la ingestión de cerveza será muy elevada pero, al tener este producto menos alcohol puro que el por ejemplo el whisky, puede quedar en el ránking mundial por detrás de otro donde haya menos consumo de litros pero de de bebidas más duras.

El informe de la OMS reveló que le consumo abusivo de alcohol provocó el 6% de todas las muertes en le mundo en el 2012-3,3 millones de personas-; el texto indica que el consumo excesivo de alcohol no sólo lleva a una nociva dependencia, sino que está relacionado con un aumento de la violencia y por ende de la posibilidad de herir y herirse.

¿Buenos para tomar?

No es secreto que Chile es uno de los países que más consume alcohol. Según estadísticas del Senda, cerca de un 50% de los chilenos consume alcohol dos o más veces por semana, por lo que no es de extrañar que la cantidad de recintos donde se venda estos productos sea alto.

La más extrema, sin dudas, es Santiago. Por cada establecimiento hay 79 personas. En otras palabras, en la comuna existen 2019 locales para una población residente de 159. 919, aunque hay que tener en cuenta que la capital es la comuna con mayor población flotante, que llega al millón 200 mil persona por día. Eso equilibra la oferta y la demanda de alcohol de la comuna.

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Una cifra que llama la atención es la de Chile Chico: Existe una botillería por cada 162 habitantes. Bastante si se tiene en consideración que la población flotante es mínima. Antofagasta, por otro lado, es de las comunas que menos locales tiene comparándola con la cantidad de personas que viven en esa zona minera.

La gravedad no solo del pandémico consumo de alcohol en Chile sino de la instalación descontrolada y masiva de botillerías en las comunas más pobres y en las poblaciones es su efecto social.

El alcohol y la droga en general les sirven a muchas personas pobres que viven en ambientes de extrema marginalidad y violencia, sin posibilidades laborales justas y de formación gratuita de calidad a su alcance, como forma de olvidar la angustia por los dramas familiares, la exclusión social y la desesperanza.

En el ensayo “las drogas y el control social” se concluye que “las drogas le sirve a los gobiernos para controlar sistemáticamente a la población pues la persona que consume queda con la mente entumecida, sin valor emocional mi fuerza física, por lo tanto deja de molestar. Desaparecen de la vida productiva; dejan de ser creativos y ni siquiera tienen ya capacidad para expresarse. Desaparecen de las estadísticas”.

El mismo texto recalcó que “es bien sabido que la sociedad actual ha sentado sus bases en la injusta distribución de la riqueza, que para que existan personas muy poderosas y extremadamente ricas, debe necesariamente, existir una gran cantidad de otras personas que vivan en la absoluta pobreza. Esas personas dejan de ser útiles a la sociedad cuando envejecen, cuando se enferman, cuando se embarazan o cuando comienzan a idear formas de expresar su repudio por la situación que les toca vivir”.

El escrito subrayó también que “en la sociedad actual, los ricos necesitan que existan los pobres, los gobiernos necesitan que los voten y, que además, no le molesten, así es como la droga se convirtió en un recurso fiable y barato para mantener a cierta parte de la población dentro de los límites que ellos quieren”.

En opinión del filosofo francés, Gilles Deleuze, en su escrito “postdata sobre las sociedades de control”, el capitalismo necesita disciplinar, el control vienen dado por los lugares de encierro: la casa, la escuela, el cuartel militar y la empresa y necesita además mantener a una parte de la población en la pobreza.

En opinión del pensador francés, esta población que vive en la pobreza no puede mantenerse toda encerrada en estas instituciones, “la sociedad de control debe echar mano a otros recursos para lograr que las personas mismas sean las que se encierren y desaparezcan por su propia cuenta, y las drogas logran este cometido”.

El alcohol (y las drogas en general) no son causa de los problemas sociales, pero mezclado su consumo con la realidad de pobreza y marginalidad que no se ha solucionado en Chile provoca un agravamiento del espiral de marginalidad y un descenso en las posibilidades de los habitantes de las poblaciones de imaginar y proponer alternativas sociales más justas.

Es el momento en que las autoridades, primero, hagan cumplir la norma y después se preocupen de instalar, a través de políticas públicas y privadas, bibliotecas municipales en las poblaciones en desmedro de las patentes a nuevas botillerías.