Este lunes 18 de mayo, hubo un anuncio que simplemente terminó con la paciencia de millones de personas y de alcaldes: Las famosas e inexistentes 2,5 millones de cajas de alimentos que con fanfarria circense el propio Presidente Sebastián Piñera salió a reanunciar a eso de las tres de la tarde en La Moneda bajo el rimbombante slogan de “Alimentos para Chile”, que había anunciado en una cadena nacional la noche del domingo.

Este anuncio, se suma a una verdadera cascada de anuncios de ayudas, bonos y sinnúmero de iniciativas que suenan muy bien pero que en la práctica quedan en el la rutilancia del efectismo de una frase titularesca, que –en la imaginación de los creativos de La Moneda- creen que tranquilizarán a la angustiada y estresada ciudadanía.

El Presidente –que intenta ganar el esquivo favor y simpatía de la gente- se esfuerza por anunciar de manera casi majadera estas ayudas y repetir cual letanía cada vez que interviene todo lo que ha venido haciendo (anunciando) su Gobierno para hacer frente a la pandemia que ahora son dos: La Social y la del Coronavirus.

Las protestas de este lunes no son obra de los fantasmas marxistas o del comunismo más trasnochado,(porque too quien se manifieste contra el Gobierno es tildado de comunista) sino que es responsabilidad del propio Gobierno por haber generado –una vez más- falsas expectativas y por no saber comunicar de manera adecuada y de manera clara. Sin duda que esta frase colmó la paciencia: “Porque comprendemos la necesidad y urgencia de este Programa de Alimentos para Chile para las familias vulnerables y de clase media, estamos trabajando sin descanso para iniciar la distribución de estas canastas de alimentos durante esta semana o la próxima”.

¿Cómo le pide paciencia y comprensión a gente que vive al día? Si el propio Presidente asegura que comprende la necesidad y urgencia, no puede anunciar ayudas si no están debidamente implementadas y no en la fase de idea.

Por ello, lo ocurrido este lunes –las protestas en varias comunas de la encuarentenada capital- es el fruto de una secuencia de anuncios de todo tipo, anuncios que requieren de burocracia, leyes decretos y el maro legal que requiere estas ideas, es decir lo que dice el Presidente o sus ministros no se implementa de inmediato, pero eso los brillantes ministros y el propio Jefe de Estado simplemente NO lo dicen con la suficiente claridad.

A este mal de anuncionismo, se suma el barroquismo de los discursos, alambicados, enredados y extensos, lo principal siempre queda envuelto en celofanes rancios, por lo tanto poco claridad para los ciudadanos y para la propia prensa que también se queda con el titular, es decir estos discursos de Palacio son diseñados en la lógica el siglo XX con un gran titular, algo así como los clásicos titulares rojos de La Segunda, pero que era solo eso un titular con un famélico texto.

Suicidio político

El Gobierno de turno tiene una oportunidad histórica para g o b e r n a r en serio, pero no lo está haciendo. Mantiene permanentes conflictos con alcaldes, parlamentarios oficialista, con sus propios partidos políticos y con su propio entorno. En este suicidio político que está llevando adelante, no tiene participación alguna la llamada oposición, que es otra bolsa de gatos. Es decir, la Nación está sin gobernanza, sin un gobierno político, sino que en manos de administradores que no conocen el Chile real, que por décadas se han encargado de esconder los políticos de todos los sectores y que recurren a él para la «temporada» de elecciones.

Lo que ha hecho esta pandemia es descorrer el velo y mostrar ese Chile, que sigue con precariedades heredadas del siglo XIX, pero que se cree moderno, miembro de la OCDE y que de haber sido -falamente-el jaguar de latinaomérica, es en realidad un Jurel tipo salmón, o un gato famélico.