Migración: La solución somos todos

El deplorable espectáculo de los overoles blancos le recordó al mundo entero la imagen de los presos de Guantánamo. Solo sirve para lo que se propone: para la foto. Para tratar de crear la imagen de que la autoridad esta haciendo algo.

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Desplazarse en búsqueda de lugares mas habitables es tan antiguo como la Humanidad. Desde los cazadores que cruzaron el estrecho de Bhering hace mas de 14.000 años persiguiendo ganado, hasta los millones de europeos que huyendo de las guerras, la peste y las hambrunas llegaron a América en épocas mas recientes. O los millones de sirios, afganos, iraquíes, yemenitas y demases que hoy buscan alcanzar suelo europeo. Que decir de los miles de africanos que huyendo de la violencia, la intolerancia y el hambre, cruzan como pueden el Mediterráneo.

Hay países que crecieron gracias a la migración, especialmente europea, como EEUU, Australia y Argentina. Lo malo fue que en muchos casos la expansión de la frontera agrícola fue a costa del exterminio de los pueblos originarios. Hasta la fecha algunos historiadores hablan de “poblamiento en zonas vacías”, eufemismo que pretende ocultar genocidios cuyas heridas duran hasta la fecha. En resumen, la migración acarrea efectos económicos y sociales, obvio.

Reconozcamos otra obviedad: nadie abandona su hogar, su familia, sus amistades, su país, por gusto. Una necesidad imperiosa los impulsa: la sobrevivencia. Y ese es uno de los instintos mas profundos del ser humano.

En nuestro continente hasta hace poco la migración era mayoritariamente de sur a norte. Miles de mexicanos, centroamericanos y caribeños buscaban en los EEUU lo que no tenían en su país. Al inicio muchos lo hacían por temporadas, regresando a sus pueblos con recursos, para cuando se acabasen, volver al Norte. También era una migración compuesta principalmente por hombres solos: el marido, el hijo mayor, mientras la familia se quedaba en el terruño. Solo existía una corriente menor de migración de norte a sur en nuestro continente: miles de paraguayos y bolivianos buscaban refugio en la entonces prospera Argentina. Ojo, centenares de miles de chilenos también.

Hoy en día la situación ha variado. Migran familias completas, padres con hijos, como lo vemos en las caravanas centroamericanas que pretenden llegar a los EEUU. Sus razones no son solo económicas, huyen de la violencia de las organizaciones criminales, de la extorsión cotidiana, del abuso a sus hijas, en resumen, de la descomposición del Estado que no es capaz de asegurarles su existencia. Pero no es la única novedad, en los últimos años se despliega una migración norte a sur en Sudamérica. Principalmente venezolanos, pero no solo ellos. En estos días centenares de haitianos se agolpan en la frontera peruano-brasileña. Por su parte, el renacer de la violencia en Colombia reanuda la expulsión de población.

Resumiendo, la migración es un fenómeno social que ha existido y existirá mientras dure la Humanidad. Por lo mismo, su tratamiento impone la cooperación entre los Estados. Ningún país puede resolverlo por si solo.

Es en ese sentido que afirmamos que la solución del problema radica en construir mecanismos internacionales que permitan su adecuado tratamiento. Como lo hicieron recientemente los europeos ante la súbita salida de millones de sirios por la guerra. Acordaron cuotas de recepción acorde a la capacidad de cada país, aportaron recursos para los países de la “primera línea” (Turquía y Grecia). Al mismo tiempo, la diplomacia europea se ha involucrado en la solución a la guerra, entendiendo que es la causa originaria.

Todo lo anterior explica, ayuda a entender pero no resuelve el problema. Chile vive desde hace años un incremento de inmigración, de diversos orígenes, caribeños (haitianos, cubanos y dominicanos) y principalmente sudamericanos (venezolanos, colombianos) que se unen a los tradicionales peruanos, bolivianos y no pocos argentinos. Proceso que amenaza con desbordar las capacidades del país , luego, se impone la inevitable pregunta.

No basta con la puesta en escena para «la foto».

¿Que hacer?

No vamos a descubrir la pólvora. Si la migración es antigua, existe por tanto mucha experiencia para tratarla. Los organismos internacionales especializados acopian esas enseñanzas y a ellos debemos acudir pidiendo asesoría: especialmente al sistema de Naciones Unidas que por la vía de la Organización Mundial de Migraciones, el Programa Mundial de Alimentos y el ACNUR pueden brindarnos valiosa ayuda.

Asimismo, si el problema es de todos, se impone conversarlo entre todos. No es posible quizás hoy plantearse una solución global, escapa a nuestras manos, pero si es realista pensar en reunir a los países sudamericanos al menos para compartir ópticas y acordar lo que se pueda, que lo que salga será ganancia. Nuestra Cancillería debería gestionar una Conferencia Sudamericana de Migración para concordar una política migratoria común.

Hoy cada país se maneja como puede, algunos bien (Colombia) y otros pésimo. Cerrar las fronteras y desviar a los migrantes hacia otro vecino no sirve, la migración es como el agua, se filtra por donde se puede. Hoy podemos sellar Colchane (que feo suena) y mañana será Ollague, Visviri, o la frontera con Perú.

El tema no solo es regular el ingreso de los migrantes, se impone también analizar una política de cómo gestionar su estadía. Nuevamente, en este campo existen buenas experiencias como la canadiense, que comparte con nosotros el recibir muchos migrantes y poseer un amplio territorio. Chile tiene zonas despobladas que podrían servir de hogar para muchos. Para empezar en el propio norte. La provincia de Parinacota tiene menos de dos mil habitantes reales hoy en día.

Desplegar gestos de confianza y buena vecindad también es posible. Especialmente en tiempos de pandemia. La meritoria campaña de vacunación, por la cual hay que felicitar a las autoridades nacionales, regionales y municipales que la hacen posible, y en especial a los miles de trabajadores de la salud publica, podría servir para ayudar y prevenir al mismo tiempo. Si Chile brinda ayuda y cooperación a las zonas fronterizas de los países vecinos seria una gran gesto de buena vecindad. También seria un gran gesto preventivo de salud pública, vale para Tacna, Pisiga, Charaña, entre otros.

Junto con lo que se puede hacer, es claro lo que no hay que hacer.

En primer lugar pensar el problema con ojos de calculo político. Un amplio sector de la población tiene aprehensiones de diverso tipo con la migración. Siempre ha sido así, es el temor a lo extraño. En su grado extremo llega hasta expresiones de racismo. Trump se quejó mas de una vez que si en vez de latinos, se tratase de noruegos, no habría problemas. De ahí que algunos vean en la migración una oportunidad política. Nefasto.

Por lo mismo, cuando en vez de delinear una política publica seria se opta por la perfomance estamos en problemas. El deplorable espectáculo de los overoles blancos le recordó al mundo entero la imagen de los presos de Guantánamo. ¿Tenemos asesores de Miami? La expulsión -de difuso margen legal- de un centenar de inmigrantes no sirve de nada porque esa cifra se reemplaza en uno o pocos días. Solo sirve para lo que se propone: para la foto. Para tratar de crear la imagen de que la autoridad esta haciendo algo.

No sirve mucho tampoco que tres ministros viajen desde Santiago hasta Colchane e ignoren al alcalde, de gran gestión en el tema. Ojo, el alcalde es de su propio partido. Pero por sobre todo es un gran alcalde, porque esta en terreno, no se va de vacaciones, y despliega una gran pro actividad. Recordemos que en Colchane ganó el Rechazo, a mi no me importa, los habitantes de la frontera son chilenos que deben ser tratados como todo ciudadano por las autoridades santiaguinas: con respeto.

Ningún país puede resolver por si sólo este desafío. Para construir soluciones internacionales está la diplomacia. ¿Qué propone nuestra Dirección de Asuntos Consulares? Es el organismo de la cancillería encargado de estos temas. ¿Que propone el Ministerio del Interior? Se alega que existe un proyecto de ley, lo cual es cierto, pero eso no implica que mientras el congreso no lo resuelva, no se puede hacer nada. Lo que es evidente es lo que el propio Mario Desbordes reconoce, en materia de la migración venezolana estamos pagando los costos de la nefasta gestión del ex ministro Ampuero. Estamos pagando Cúcuta, el habernos comprometido con la llamada visa de “responsabilidad democrática”, hoy suspendida. En esos tiempos se trataba de hacer de Venezuela un tema de la agenda domestica.

Chile hoy necesita reanimar su economía, combatir la pandemia, crear condiciones para que los procesos electorales y constituyente se desplieguen con la mayor normalidad posible. La migración es una variable independiente que nos esta impactando y lo seguirá haciendo. Lo más aconsejable es construir una respuesta regional, con realismo y sin prejuicios ideológicos.

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